Las democracias tienen muertes súbitas por golpes de Estado. O mueren lentamente por dos razones: la primera es que una élite frívola y voraz (la familia revolucionaria) que antepone los intereses del régimen a los del país. La segunda, como ocurre actualmente, es cuando se corrompe su fundamento: una conversación nacional libre y saludable. Las democracias modernas, empezando por Estados Unidos y Gran Bretaña, se contaminan con elementos tóxicos como la mentira y el relativismo, la polarización política y el linchamiento de críticos. La responsabilidad de conservar un espacio de diálogo razonablemente limpio empieza por el propio jefe del Estado.
¿Qué ocurre en un México que vive una joven democracia, con un Presidente popular y animoso por debatir? Primero, la instauración de las mañaneras que son, en efecto, una innovación por su frecuencia y duración. La disposición del Presidente para hablar sin mediaciones con la fuente, empieza a generar elementos que merecen reconsideración. El primero es la cantidad de aseveraciones no comprobables. El conteo de Luis Estrada sobre las imprecisiones presidenciales no es alentador y, por supuesto, es exigible que una fuente de información tan relevante como la jefatura del Estado sea un manantial del que uye información creíble y vericada para que la conversación nacional tenga un referente inequívoco. Un presidente no puede ser impreciso u omiso por sistema sin que en el mediano plazo esto merme la credibilidad de las instituciones. La popularidad del mandatario permite que esto parezca peccata minuta y se le tome con condescendencia, pero en el largo plazo, puede dañar fatalmente la calidad de la conversación nacional.
Fecha: 30-sept.-19
Autor: Leonardo Curzio
Medio: El Universal
https://www.eluniversal.com.mx/opinion/leonardo-curzio/regar-el-jardin-democratico
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