Ningún candidato presidencial le ha debido tanto al periodismo independiente y crítico, pero ningún Presidente lo ha hostilizado con un discurso tan pendenciero y estigmatizante, como Andrés Manuel López Obrador. No estoy diciendo que la causa de su triunfo hayan sido las grandes revelaciones y denuncias periodísticas de los últimos años. Digo que el efecto acumulado de todos aquellos escándalos contribuyó a crear cierto clima de opinión, a catalizar un cambio de disposición en el electorado, que resultó muy propicio para la causa lopezobradorista. Tampoco estoy sosteniendo que durante su gobierno se hayan ejercido presiones o se haya impuesto la censura contra algunos medios o comunicadores como en otros sexenios. Sostengo que ningún mandatario había desplegado una actitud de explícito antagonismo ni un lenguaje de constante escarnio contra la labor de la prensa como los que ha desplegado AMLO.

Aunque ya se ha dicho antes, vale la pena repetirlo de nuevo: criticar a la prensa no es negar el derecho a la libertad de expresión. El periodismo no tiene por qué exentarse de estar sujeto al escrutinio o al cuestionamiento que él mismo ejerce. Corregirle un exceso o una omisión, desmentirle una noticia, replicarle puntualmente errores o imprecisiones no equivale a amenazarlo ni a tratar de silenciarlo. Es, más bien, aportar elementos para mejorar la calidad de los insumos que nutren la discusión pública y, al hacerlo, exigirle al periodismo que esté a la altura de su propia exigencia de veracidad. El problema, sin embargo, es que eso no es lo que hace el presidente López Obrador cuando habla de la prensa.

Fecha: 7-may.-20

Autor: Carlos Bravo Regidor

Medio: Reforma

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